ÉRASE UNA VEZ, UNA COMUNIDAD DE PROPIETARIOS…

Había una vez, una comunidad de propietarios en el paraíso, en las islas Canarias, donde en su seno existía un establecimiento turístico, es decir, que más de la mitad de las propiedades (apartamentos) estaban siendo gestionadas por un explotador turístico, por una empresa que se dedicaba a alquilar dichos apartamentos a turistas.

 

El resto de las propiedades, o estaban siendo disfrutadas por sus propietarios, algunos incluso empadronados en su vivienda, o eran alquiladas a terceros.

 

En esa comunidad de propietarios, cada cierto tiempo, la Junta General elegía una Junta Rectora, que era la encargada de gestionar los intereses de todos los propietarios entre Junta General y Junta General, estaba compuesta por un presidente, un vicepresidente, un secretario, y varios vocales. Como la empresa explotadora tenía mayoría en las Juntas Generales, siempre con sus votos, escogía a estos gestores de la comunidad, elegía a un presidente o vicepresidente que fuera uno de los dueños de dicha empresa, el resto eran propietarios simpatizantes con los intereses de la mercantil, muchas veces no diferenciaban el interés general (de todos los propietarios) del interés de dicha empresa.

 

Hubo una vez, en que un propietario, abogado en ejercicio, fue elegido secretario de la comunidad y además designado “abogado de la comunidad”, comenzó a llevar los pleitos de la comunidad, embolsándose en varios años, más de 40.000 euros por este concepto. En muchas de las Juntas Generales, mentía descaradamente sobre los textos legales, redactaba las actas a su libre albedrío, por sus singulares interpretaciones legales y por sus mentiras, convencía a los propietarios que gastos, como el personal de la empresa explotadora (recepcionistas, limpiadoras, mantenimiento), que nada o casi nada hacían para la comunidad de propietarios, tenía que pagarlos la propia comunidad, beneficiando anualmente a esa empresa, en más de cuatrocientos mil euros (400.000€).

 

Cuando el presidente no era uno de los  dueños de la empresa explotadora, lo que se hacía era escoger a un “presidente de paja”, no discutía nada, todo lo que se hacía estaba bien y se contentaba con que algún privilegio le pudiera caer “del cielo”.

 

También el empresario, se trajo a un contable, no cualificado, que le permitiera realizar cuestiones nada claras y controvertidas. Como la legislación en este apartado se diferenciaba mucho del de las empresas, este siniestro “personaje”, les permitía mantener abiertas la cuentas de varios años atrás y hacer ajustes contables nada claros, y mucho menos, lícitos, así como pagos sin justificación legal, sin acuerdos de Junta General, etc, pero si muy interesantes y beneficiosos para la mercantil en cuestión.

 

Era tanta la basura y el sufrimiento soportado por algunos de los propietarios de esa comunidad, que se organizaron y formaron una Asociación de Propietarios, con el objetivo de luchar y defenderse de todos lo abusos y tropelías realizados por esos desalmados.

 

Les llevó unos cuantos años y mucho dinero, lograr que la justicia entendiera lo que estaba pasando con sus propiedades, pero al final todo llega y la justicia, aunque lenta, es también implacable.

 

Uno de esos logros importantes, fue cuando la justicia, en primera instancia, dio la razón a los propietarios, al sentenciar que uno de los apartados de los presupuestos generales aprobados en Junta General, lo había sido, en abuso de derecho, concretamente el gasto del personal de la empresa explotadora, que no tenía que formar parte de los gastos de la comunidad de propietarios.

 

El presidente, en este caso, dueño de la empresa explotadora, no estaba de acuerdo con dicha sentencia, ya que como dueño de la mercantil, le ocasionaba un perjuicio económico y para asombro del resto de propietarios de la comunidad, decidió, compinchado con su Junta Rectora, recurrir dicha sentencia, que beneficiaba a la comunidad de propietarios, ahorrándole unos trescientos mil euros anuales (300.000€).

 

Esto, queridos amigos, es un ejemplo claro de “CONFLICTO DE INTERESES” y de  “LADRÓN DE GUANTE BLANCO”.

 

Colorín, colorado, este cuento está a punto de acabar…